miércoles, agosto 05, 2009

STONEHENGE


Suele vislumbrarse por primera vez, avanzando a toda velocidad, desde la autopista A303 que casi atraviesa con descuido la entrada del monumento. Stonehenge aparece como un grupo de protuberancias insignificantes sobre una gran planicie, por lo demás anodina; sin embargo, incluso desde esta posición profana y ventajosa, la amplia silueta es tan inequívocamente prehistórica que, por un momento, el efecto que produce es un salto en el tiempo.

De cerca, entre la confusión de rocas rotas y erguidas, parece de menor tamaño que su reputación, pese a la evidente proeza representada por el montaje de las famosas rocas de arenisca; la mayor pesa 50 toneladas. Único en la actualidad, quizá Stonehenge fue único en su propia época, hace unos 4 500 años: un monumento de piedra que siguió como modelo a algunos precedentes fabricados en madera. En efecto, sus enormes dinteles están unidos a los montantes por medio de ensambladuras de espiga tomadas directamente del arte de la carpintería: indicio elocuente de cuán radicalmente novedoso debió haber sido este monumento híbrido. Las personas que construyeron Stonehenge habían descubierto algo desconocido hasta entonces, hallaron una verdad, hicieron un cambio, no hay duda de que las piedras colocadas con determinación están cargadas de significado. ¿Pero qué simbolizan en realidad? Pese a incontables teorías propuestas con el paso de los siglos, nadie lo sabe.

Stonehenge es la reliquia más famosa de la prehistoria europea y uno de los monumentos más reconocidos y contemplados del mundo (no tenemos una idea clara para qué lo usaban en realidad las personas que lo construyeron).

En el pasado, los arqueólogos buscaron develar este enigma obteniendo todos los datos que podían de las piedras mismas, sometiendo a escrutinio sus contornos, sus marcas e incluso sus sombras. Sin embargo, desde hace poco las investigaciones han llevado a los estudiosos a ampliar sus miras, por una parte, lejos de Stonehenge mismo hacia los restos de un pueblo neolítico cercano, y, por la otra, a un escarpado pico montañoso situado al suroeste de Gales. Aunque aún no ha aparecido ninguna respuesta definitiva, estas dos muy distintas búsquedas en curso han suscitado nuevas y seductoras posibilidades.

Stonehenge surgió de una rica tradición de estructuras igual de enigmáticas. Los henges (bancales circulares de tierra colocados en paralelo mediante un foso interno), los terraplenes y montículos de tierra, las estructuras circulares de madera, los monolitos y los círculos y herraduras de piedra fueron comunes a lo largo del Neolítico en la actual Gran Bretaña y en partes de la Europa continental. En distintas etapas de su evolución, Stonehenge reflejó muchas de estas tradiciones. Lo más probable es que las primeras rocas estructurales de Stonehenge de las que se tiene certeza, las doleritas azuladas, que se transportaron por flotación, y luego fueron arrastradas y acarreadas desde Gales, llegaron al sitio en otra época antes del año 2 500 a. C. Siguieron las rocas areniscas gigantes, que llenan el monumento, el cual en algún momento se comunicaba con el río Avon por una avenida. Por consiguiente, Stonehenge, es el punto culminante de una evolución dinámica; los terraplenes construidos rápidamente en las praderas, anteriores a la Edad de Piedra, quizá encerraban creencias distintas a las del monumento posterior de piedra al que se relacionaba estrechamente con el agua. No es fácil descifrar el plano original del monumento que se yergue junto a los círculos que se vinieron abajo. Resulta más sencillo imaginar las acciones que estaban detrás de ello: la planificación y la ingeniería; la diplomacia necesaria para negociar el transporte de las piedras por distintos territorios; las maniobras para suministrar la mano de obra; la habilidad para engatusar, inspirar u obligar a hombres sanos a abandonar sus animales, sus campos y sus tierras de caza, en suma, los muchos actos humanos necesarios que seguimos reconociendo, aunque sabemos poco sobre quiénes eran estos primeros britanos, cómo estaban organizados o qué lengua hablaban.

Sabemos que algunos eran campesinos y pastores, además de que desde hacía mucho habían comenzado la tarea de domesticar su paisaje, adentrándose en los antiguos bosques de abedules, pinos y avellanos. Los restos de esqueletos indican que, pese a una vida de desgaste físico, los habitantes de la Gran Bretaña neolítica tenían una complexión más ligera que la nuestra. La ausencia relativa de deterioro dental sugiere una dieta baja en carbohidratos, y aunque es difícil calcular la expectativa de vida, al parecer la generalidad de los pobladores disfrutó de buena salud. Entonces, como ahora, la vida suponía peligros inesperados. “Entre 5 y 6 por ciento de estas poblaciones mostraba grandes traumatismos contundentes en el cráneo –según Michael Wysocki, profesor titular en ciencia forense e investigación de la Universidad Central de Lancashire–. Este también era el caso entre hombres y mujeres”.

1 comentario:

Admin dijo...

Hola Jose:

Que buen artículo de Stonehenge como las opiniones que he leido en http://www.trivago.es/amesbury-39956/otros-sitios-de-interes/stonehenge-132472 de los turitas que han visitado la zona. Saludos